Hablar en público es (muy posiblemente) una actividad que
alguna vez tendremos que practicar y de la que (muy posiblemente) en ningún
lugar formativo nos han enseñado. Es importante sino casi imprescindible, saber
defenderse bien en una intervención pública, luego hay que al menos saber lo
más básico y si fuera necesario, haber practicado incluso delante de un espejo.
Eso si, para hablar en público hay que llevar preparada la intervención. Sin que se note,
lleva un pequeño guion de lo que vas a hablar, de los giros que puedes hacer,
del tiempo que te ocupará tu intervención. De las anécdotas que vas a
intercalar.
Puede parecer una tontería, pero los nervios son algo que
hay que dejar en un cajón y además de ello y para soportarlos mejor, emplear
dos métodos bien distintos de comportamiento visual una vez en el estrado.
Uno: ir intercalando la mirada que como orador debes a los
oyentes, entre diversas personas, cambiando de punto fijo en cuanto el
espectador hace un movimiento. Si encuentras a espectadores que te generen
confianza vuelve a encontrar su mirada de vez en cuando.
Dos: no mirar a nadie y hablar como si te dirigieras al
fondo de la sala, mirando un poco a lo alto. Yo recomiendo el primer sistema
pues ofrece más seguridad y queda mucho mejor.
Cuando hables muestra pasión con lo que explicas, nunca
repitas algo como si estuvieras repitiendo una lección aprendida, sé natural
pero muestra que disfrutas con lo que dices, que además de dominarlo te agrada
contarlo.
Solo si eres capaz de creerte lo que dices, serás capaz de
hacerles creer a los oyentes lo mismo.
Intercala datos personales, pequeñas anécdotas o historias
personales, estas complementan perfectamente pero además al final suelen ser
las que quedan en el recuerdo de los oyentes.
No te preocupes por equivocarte, todos nos equivocamos, pero
sé sincero y real, no finjas, ellas ya saben que eres humano y que te puedes
poner nervioso.
Recuerda que la sonrisa, los gestos, la postura y la
energía, la entonación o los silencios, cuentan y mucho en toda tu intervención.
La primera vez parece complicado, pero a la tercera vez ya dominas
perfectamente el escenario. Y cuidado, que engancha.